lunes, 6 de septiembre de 2010

Nubes de abril.

El sol ya llevaba dos horas escondido cuando salí a la superficie después de un largo trayecto en metro. La gente caminaba rápido hacia sus hogares, una gran tormenta se avecinaba. Yo no aceleré el paso.Quise sentir el viento en mi cara, moviendome el cabello de forma violenta. Llegué a la parade de autobús, dónde una señora mayor esperaba a que llegase el suyo, pacientemente, con las manos rodeando su antiguo bastón de roble. Yo me senté a su lado y obserbé el cielo, buscando la luna.Pero solo podía apreciar una luz lechosa, que se adivinaba detrás de las densas nubes. Un autobús paró, y la señora , lentamente, se levantó y se dirigió hacia él. Después de eso me quedé sola. Mis ojos volvieron a la oscuridad del cielo, y en ese preciso momento el viento empezó a soplar, dejando ver la perfecta redondez de la luna, su halo de misterio, el deseo que hacía nacer en todos los seres humanos. Ningún coche pasaba por la calle en ese instante. No se escuchaba nada, salvo el silvido del viento contra las ramas de los árboles más cercanos. Fue como si el mundo hubiese muerto. Fue como solo yo pudiese comprender el secreto del cielo, de la eternindad de aquella luz. Entonces un coche pasó velozmente, devolviendome a la realidad. Fue como si acabase de despertar. Fue como el amanecer de mi melancolía.


Por cierto, no creo que exista una parte dos de la anterior entrada... La razón es simple, no voy a escribir acerca de algo que me ha dicho alguien que ahora me decepciona tanto :)